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Clemente Montag: La Mano que Dibujó Nuestra Infancia
Si bien los que tenemos 30 en adelante logramos, en su mayoría, asimilar la llegada de la tecnología y adaptamos muchas de nuestras costumbres cotidianas y llegamos, por caso, a disfrutar de un libro escrito en byte y a través de una pantalla, existen en nuestra memorias vestigios de aquel ayer que no lograron cicatrizar.
Dormidos en células esperan ansiosos un estimulo nervioso que los quite de ese letargo, para inundar nuestro sistema de una sensación que parecía olvidada. Pequeños chispazos que reavivan una llama, un incendio interno que aun no cesa.
Uno de esos momentos épicos se da, por ejemplo, cuando tenemos en nuestras manos ejemplares de antaño. Revistas que fueron parte de nuestra infancia antes de las 3 W, que presidieron incluso a la entrañable “Encarta”. Eran nuestras “Wikipedias”, allí teníamos data de los Incas hasta el Sistema solar. Porque somos la generación que leyó Billiken o Anteojito.
Esa generación que antes de conocer a Superman y Batman, supo de las Aventuras de Hijitus, Desventuras de Larguirucho, Isidoro Cañones, Patoruzú…
Por eso, en esta oportunidad en #JotaPosta seremos el puntapié de inicio de ese estimulo al que referimos antes, trayendo una charla con un de los grandes de la historieta Argentina.
En el marco de la Feria Mensual #Cirujito, dialogamos con Clemente “Busu” Montag, que tuvo el lujo de trabajar nada menos que con García Ferré y Dante Quinterno. Conoció a Eduardo Ferro, autor de la historieta Langostino. Paralelamente, publicó diversas secciones de humor para la revista Rico Tipo y Humor, en donde, por aquel entonces, firmaba como «Busu».
De la mano mágica de Montag vieron la luz grandes personajes como “Floripí, la brujadita” que era una tira de media página, “Jaleín, la abejita”, que surgió tras una picadura de abeja, “Aletino” que era un tiburoncito que cuidaba el mar y acaso el más recordado “Coco y Cilindrina” que “nació en unos de mis viajes en moto, siempre tenía una hoja y lápiz que llevaba conmigo y mirando la motocicleta la idea llego a mi mente” recuerda el dibujante.
Es que la pasión por dibujar estuvo siempre “Estaba por cumplir 14 años. Estaban reunidos Mariano Juliá que era el Director de Locuras de Isidoro y Patoruzú semanal, junto a Ferro y Quinterno, así que la carpeta mía, (no existía el CD en aquellas épocas)) fue justo donde estaban reunidos. Ahí empecé a dibujar viñetas semanalmente” nos cuenta Montag.
Añade incluso que su aprendizaje fue “Totalmente autodidacta. Amaba mirar dibujos animados y compraba historietas. Luego me perfeccioné. Aprendí adentro de la editorial, me gustaba quedarme todo el día. Era un niño que observaba todo, donde coordinaban con Ferragut, el coordinador, con el diagramador que se llamaba Camblor. Uno aprendía, y de paso a la noche, como en la esquina de Maipú y Córdoba estaba Estímulo de Bellas Artes, iba a hacer carbonilla y lo que se refería al arte para saber más”.
Montag se inicio en la industria de chico “a los 14 años, me preparé una carpeta llena de dibujos y me fui a la Editorial de Dante Quinterno. Desde entonces tuve la oportunidad de publicar en las revistas de la editorial”.
De ahí su carrera no tuvo descanso “De Patoruzú pase a Billiken y una tarde el Director de Arte me dijo “creo que lo que dibujas le va a gustar a García Ferre” y así fue que encare a la editorial. Me lo encuentro en el ascensor, me mira y me pregunta “¿Qué tenes para mi?” “Dibujos” le digo y se quedo con mi carpeta entera. A la semana me llamó y estuve en Anteojito, (NR que fue la receptora de varias creaciones como la brujita “Floripí”, “Aletino”, “Nubecito”, entre otras, además de las viñetas e ilustraciones) hasta el fin de la publicación, en el año 2002.
Consciente del que paso del tiempo es inexorable e incorruptible, Montag, reconoce la evolución del ser humano como algo ineludible. La tecnología es la arista que se desprende de esa evolución constante “Yo creo que tiene sus cosas maravillosas” explica el artista “ver que desde un minúsculo teléfono podemos conectarnos con el mundo es increíble”.
Entiende que acaso este mundo tecnológico pone en jaque el laburo tradicional y de papel que lo llevo a la fama años atrás, pero no reniega de él “con la internet tenemos Youtube, por ejemplo” analiza “y en él los que hoy son padres le muestran a sus hijos las Aventuras de Hijitus, eso hace que siempre estén vivos y entonces entendemos lo positivo de esa posibilidad”.
Por último rescata una frase que se reitera en cada mano que estrecha, en cada beso que concede, en cada respuesta ante un boceto entregado “la gente recuerda con alegría los momentos que le dieron estos personajes, repiten que los han hecho feliz en su infancia. Creo que es un gesto verdadero, nosotros dibujamos con mucho amor, y es placentero saber que le llegamos al corazón a ellos, los lectores”