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Cuando el Dedo no deja Ver el Bosque
Uno de los momentos que más repercusiones tuvo el #Debate, entre los candidatos a la presidencia, fue cuando el actual presidente Macri hizo notar de manera categórica el gesto de Alberto Fernández “Lamentablemente hemos visto que volvió el dedito acusador, volvió el atril, volvió la canchereada. El kirchnerismo no cambió. Por más que se oculte, trate de mostrarnos algo distinto, es lo mismo”.
Rápido de reflejos el candidato del Frente de Todos sostuvo que “si Macri se quedó con lo del dedo quiere decir que no entendió nada”.
Lo cierto es que el gesto de señalar es el primer movimiento comunicativo que los humanos somos capaces de entender y que comienza a la edad de nueve meses, mucho antes de hablar, cuando apenas balbuceamos.
¿Qué sentido tiene? Llamar la atención de quien nos rodea sobre un objeto, sobre un peligro o sobre algo que nos sorprende. Podemos decir que puede traducirse en un sencillo: “Mira esto, eso o aquello”. Esta es la forma en que aprendemos los nombres de muchas cosas, señalándolas para que alguien nos diga cómo se llaman.
El hombre es el único animal capaz de apuntar con el dedo de forma natural y según el psicolingüista Sotaro Kita la acción encubre y descubre numerosos procesos biológicos, psicológicos y semióticos: la habilidad de hacer entender a otro algo estirando un dedo es un paso en la colectivización de nuestra conciencia individual pues nos unimos en la atención.
Con el paso del tiempo, la sociedad comienza a juzgar por norma este gesto primitivo. Comenzamos a procesar, con el avance de nuestra edad, que apuntar con el dedo es de mala educación. Un gesto natural e inocente, que forma parte de nuestro repertorio infantil, se transforma en una expresión antipática e incómoda.
Pero cabe aclarar que el acto de señalar [con el dedo], ese gesto tan feo, se convierte en una poderosa herramienta para replantearse la realidad. Sin embargo, hacer uso del “dedo apuntador” incomoda tanto a la parte que señala como a la que es señalada, aunque no de la misma manera.
Podría ser que la misma norma social que impide el gesto simbólico impide también, en alguna medida, llevar a la práctica la visibilización pública de comportamientos que deben ser revisados y modificados.
Quizás debamos explicar, a una edad adecuada, que señalar debe entenderse como un gesto de valentía que, pequeño o grande, ayuda a construir una sociedad más justa e igualitaria. Apuntar es sinónimo de capacidad crítica, algo que deberíamos trabajar desde edades tempranas con el conjunto de la comunidad educativa. ¿O es que también el espíritu crítico es incómodo?
Al respecto La abogada Graciana Peñafort compartió su análisis por el debate presidencial 2019 en las redes sociales y sostuvo, con cierto atino, parecerle “rara la gente, que les molesta el dedo y no las mentiras”.
Es cierto, que el problema no parece ser el “dedo” sino quien lo porta. Las mismas voces críticas parecen no haber observado jamas un discurso del ex presidente Ricardo Alfonsín, cuando su dedo indice afirmaba con vehemencia el poder de sus palabras.
Tampoco sonó despectivo durante la campaña de 2015, cuando el Periodista Jorge Lanata hizo uso y marketing del dedo mayor levantado para darle marca registrada a un sin fin de informes políticos, muchos de ellos manipulados y escasos de verdad rigurosa.
Para cerrar, citamos a Shila Vilker (Magister en Comunicación y Cultura, UBA. Docente. Directora de la consultora de investigación Trespuntozero) que resume el momento “Si un gesto apenas descortés, como puede ser levantar el dedo y señalar a alguien al hablar, es utilizado como el principal atractivo para convencer electores, el sistema político entonces puede sumergir a la Argentina en los problemas que actualmente se encuentra. Dejando en evidencia que el Gobierno prioriza un gesto por sobre el hambre y la desocupación, será el turno del Frente de Todos para transformar esa debilidad en su principal fortaleza”.