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Un 30 de Octubre…

Tengo la plena seguridad que llegara un 30 de Octubre, en medio de la charla, mi hijo me hará una de las diez preguntas mas complejas que tendré que evacuar en mi roll de progenitor ¿Papa quien ese tal Maradona que en la televisión dicen que cumple años?  

Siempre medito, en soledad, sobre como abordar aquel monologo. Como organizar la confección lirica de unos de los personajes mas introvertidos, amado, odiado, elogiado, criticado, santificado, crucificado, ya no solo del país, sino del mundo entero.

Que nexo utilizar para que se comprenda como aquel flaquito, de rulos locos y una zurda irreverente, que tenia en una pelota de futbol la compensación mágica de una vida amarreta que le convidaba a diario un plato de sopa con mas caldo que verduras, un día, casi como en un soplo, paso a ser el argentino mas reconocido del orbe.

Aquel que las cámaras de televisión inmortalizaron en un potrero, obligando a la número cinco ir y venir en su empeine mágico, impidiendo tocar el suelo. El que en un hilito de voz inocente avisaba que su sueño era tener una copa del mundo en sus manos.  Ese mismo que tiempo después, las mismas cámaras lo mostrarían apuntando un rifle y disparando al bulto.

En que momento de la historia amalgamar la corrida eterna, en suelo azteca, apilando ingleses con el “me cortaron las piernas” post USA 94.  Como hacer para aclarar que se trata del mismo Diego (y el mismo receptor) cuando habla de “poderosos”  en el negocio del fútbol, con aquel que se abraza en la foto que le permitiría ser mas tarde DT del Seleccionado Mayor.

En alguna parte de mi relato, debería explicar que en un punto el hado lo premiaría con tres mujeres que lo llevarían a las puertas del Edén, pero también le presentaría a otra mujer, la que le hizo conocer el infierno.  Aunque también agregaría que las primeras acabarían siendo más poderosas que la segunda y ganarían la batalla finalmente.

A esta altura del relato sonaría lógico que mi hijo pregunte si lo que narro es una biografía o un cuento de Ray Bradbury.  Confesaría entonces que la vida de Diego (es? Fue?) propia de un cuento de hadas, con mezcla de terror y hasta con pasajes bíblicos (como cuando paso lo de Punta del Este y la estadía prolongada en Cuba).

Discutiría de errores, de aciertos, de momentos de glorias y ocasos.  Me hurgaría emplear palabras como zurda, magia, encanto, perfección en los tiros libres, tobillos maltrechos, amor incondicional a la celeste y blanca.  Y acudirían a mi boca otros términos, como efedrina, “la tenes adentro” o “Segurola y La Habana 43.., séptimo piso”. Charlaremos del “se te escapo la tortuga”, “cabeza de termo”, la Noche del Diez, el debut sexual de Pele y del termo de Branco e incluso el “La Tenes Adentro Pasman”.

Y cuando sus ojos estén brillosos, gigantes, tratando de comprender como hizo Dios para incrustar en un metro sesenta y seis tanta inmensidad, lo dejare frente a la tele, con el video en la bombonera, con la azul y oro que parecía no entrar en ese cuerpo con sobrepeso, sus manos cruzadas en el pecho, la voz acongojada resumiéndolo todo “yo me equivoque y pague, pero la pelota….la pelota no se mancha”.

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