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«Sólo nos dijeron que seríamos parte de la Historia», la charla íntima con Carlos Olivero, un Héroe de Malvinas
#Especial #CincoDías para #JotaPosta
Juan Carlos Olivero es “Ex combatientes de Malvinas, porque todavía sigo combatiendo” tal cómo quiere que se lo presente. Es Presidente de la Agrupación “2 de Abril” de Avellaneda y además forma parte de la Comisión Nacional de Excombatientes de Malvinas, que fue creada en 1994 para canalizar y resolver las problemáticas de los Veteranos de Guerra. La misma, en sus inicios, estaba integrada sucesivamente con excombatientes designados por el poder Ejecutivo, pero “ahora cuenta con miembros elegidos de manera democrática por los propios ex combatientes” explica y rescata que “trabajamos por la problemática a nivel nacional de nuestros compañeros”.
Con voz segura, serena, acepta una charla con #CincoDias en donde proponemos un viaje por la historia. El pasado y el presente se amalgaman en combinación extraña de sensaciones. Su relato cansino invita a cerrar los ojos y ponerse en un lugar difícil: Tratar de entrar en los borceguís de un solado que, todavía sin cumplir sus veinte años, en un abrir y cerrar los ojos se encontró “en un pozo de zorro, con el agua hasta las rodillas”.
Por suerte me tocó a esa edad, hoy no lo resistirá
“Mentalmente y físicamente fue más complejo para aquellos militares que eran más grande que nosotros, que tenían una familia conformada” es lo primero que cuenta sobre la Guerra y agradece a Dios que aquel conflicto armado lo haya escogido en temprana edad “no fue fácil estar allí, hoy con el paso del tiempo te digo no sé si resistiría estar en ese lugar siendo un adulto” confiesa.
“Yo nací en Adelia María, al sur de Córdoba, y me tocó hacer la Infantería de Marina como “colimba” con dieciocho años. Fui designado para hacerlo en el Batallón Número Cinco, en Rio Grande, Tierra del Fuego” comienza en su relato y explica que agradece porque “dentro de todo tenía la ropa más o menos adecuada, porque el clima ya era frío allí y llevaba catorce meses de preparación”.
Esos dos incisos: un puñado de semanas de ventaja y una campera gruesa, son los elementos que le hacen, a la distancia, sentirse dichoso de su destino. “Los que llegaron del norte del país o de Capital, fueron quienes la pasaron mal. Esos pibes jamás habían tomado un fusil. Pasaron más hambre y frío que todos nosotros” confiesa.
Van a ser parte de la Historia
“Llegué a Malvinas en un avión de la armada luego de treinta y cinco o cuarenta minutos de viaje desde el continente. Desembarcamos el cuatro de Abril, y nos dirigimos hacia “Puerto Argentino”, caminando con todo el equipo de combate. Allí había una especie de galpones, creo que eran lugares donde guardaban ovejas” recuerda “eran ya las once, o doce de la noche. Para las tres de la mañana nos sacaron y nos desparramaron en el campo. Me tocó estar en monte Tumbledown, a mi lado estaba monte Willians y cerca monte London”.
Apenas un día ante estaba vestido de civil esperando para ser dado de baja del Servicio Militar (Obligatorio en aquellos años). Un nuevo llamado los agrupó cerca del segundo comandante, cree recordar, Ponce de apellido. Luego de comer de manera abundante, el batallón recibe ropa nueva y fusiles Fal (NR: acrónimo de Fusil Automatique Léger, Fusil Automático Ligero en español) sin estrenar. Se les informa que irán a realizar una “Campaña” y que desde allí podían escribir a sus familiares si lo desearan. Fueron pocos los que escribieron esa misma noche, la mayoría no lo hicieron. La única información que recibió de su destino era que en aquel lugar “van a ser parte de la historia. Nada más” rememora.
Para las cinco de la tarde el piloto del avión les comunica que están por aterrizar en Malvinas. Que desde ahora “pertenencia a un conflicto que se originó el 2 de Abril”.
Cuando sentí el olor de pólvora entre en razón de que estaba en una Guerra
“Desde los primeros días en que pisamos las islas hasta el veinte o veinticinco estuvimos entretenidos. Por qué nos pasamos armando las trincheras, los pozos de zorro. Tenías que preparar tu estrategia, donde esconderte. Armar tu casa porque estaba en juego tu vida” explica y añade que “esos días pasaron así, con actividades, armando todo. Entramos en razón de que la cosa era grosa y los ingleses estaban en el atlántico sur el primero de Mayo. Cuando sentimos el olor a la pólvora y vimos el ataque en Puerto Argentino. Fue ahí que nos dimos cuenta que estábamos en una Guerra”.
Para entonces el Mundial de España tenía entretenido al resto de los argentinos en el continente. El domingo 13 de junio mientras el equipo de Menotti caía 1-0 frente a Bélgica, en un punto de las Islas se producía el más cruento de los ataques ingleses.
Allá lejos, en el archipiélago, fueron días y noches en los que, en medio del frío y con un viento que calaba los huesos, no se escuchaba más que el estruendo de los cañones.
Sabíamos que tarde o temprano llegaba el ataque
El 21 de Mayo de 1982 la Fuerza de Tareas 317, del Imperio, inició el desembarco en puerto San Carlos y entonces comenzó “la guerra psicológica” como la llama Olivero.
“Se trata de lo que en la jerga denominan ablandamiento de la zona” explica “cera de las seis de la tarde, instalaban sus corbetas y fragatas a largas distancias y bombardeaban toda la noche la zona. Es un ataque directo a la psiquis. No te deja dormir, no podes deambular, porque nunca sabes dónde te cae la bomba. Además tiene como objetivo herir gente, que vos la veas y eso te traume”.
En esta línea continúa “buscaban traumarte. Día y noche de escuchar estruendos. Para que finalmente lleguen las tropas para tener él combate final”.
Respecto a cómo fue esperar el Día D, nuestro héroe de Malvinas, asegura que “eso depende en que zona estabas y que batallón te tocó. Cada soldado tuvo su historia particular en éste sentido. Nosotros, como dije antes, teníamos cierta preparación. Armábamos los fusiles con los ojos cerrados y siempre tuvimos en la cabeza la certeza de que, tarde o temprano, la batalla cuerpo a cuerpo llegaría”.
“Defendimos muy bien nuestro suelo” confiesa en una voz que parece perderse del otro lado del teléfono porque, quizás, su mente regresa por segundos a ese instante. Para volver a ver a esos compañeros que quedaron en el archipiélago.
No fue rendición. Fue cese de hostilidades
“Que el pueblo argentino esté tranquilo” refiere y parece, acaso sin verlo, que su pecho se infla cuando habla “Ni nosotros ni el ejército nos rendimos. Sólo se firmó un cese de hostilidades. La redención final fue rectificada recién en 1989, a través de Carlos Menen”.
Olivero fue prisionero de Guerra entre el 15 y el 20 Junio. De aquel momento tiene sentimientos entrecruzados “éramos entre quinientos y cuatrocientos soldados dentro de un galpón. Teníamos con nosotros las armas porque la orden fue esa, llevarnos el armamento y no dejar nada que puedan seguir utilizando en el campo de batalla” narra.
“Al salir de ese galpón nos hacen caminar en fila por la calle principal. Veo como bajan el pabellón argentino y suben el británico: fue lo más doloroso. Pero tenía a su vez otros sentimientos cruzados. Porque pensaba en lo que había pasado y que aún seguía con vida, aunque no teníamos idea a donde nos llevaban, si nos mataban o que pasaba. Además tenía mucha hambre. Creo que pensaba en eso fundamentalmente: yo solo quería comer”.
El destino final era el aeropuerto que lo llevaría a tierra firme. La imagen de los soldados caminando y descartando sus armas está en la mente de todos los que estudiamos la Guerra en la escuela o leímos del tema.
Antes de volver hubo tiempo de trabajar para los ingleses “en esos días como prisionero nos obligaron a enterrar a nuestros compañeros que llegaban en bolsas negras. Los acomodamos en una gran fosa común que habían cavado con máquinas” explica el entrevistado “además tuvimos que limpiar la zona de Puerto Argentino, barrer y esas cosas” afirma.
El día de la bandera cantaron, en el archipiélago, por última vez el himno. Luego fueron subidos a un barco que los alcanzaría al Buque Hospital Almirante Iríza. “Como al principio” detalla Olivero “nos enteramos de todo en el momento. Nadie sabía de cual era nuestro futuro, sólo cuando vi a la Cruz Roja y subí al Iríza me dicen “son libres, vuelven a Ushuaia, el conflicto había terminado”.
Sufrí más el regreso que la Guerra misma
Se conoce que el retorno de los soldados de Malvinas fue visto como una amenaza para las FFAA. Sus testimonios y su propio estado físico y psicológico podían contribuir a alimentar la indignación social y a profundizar el descrédito de la población ante la Junta Militar. “Habíamos perdidos mucho peso” confiesa Olivero, con cierto aire de nostalgia y tristeza y agrega “Nos dejaron mucho tiempo más de Servicio, hasta que nos recompusimos”.
Pero no sólo el mandato de silencio que fueron obligados a firmar los propios excombatientes una vez retornados al continente fue lo que más dolió “La política, aun luego de la Dictadura, no fue buena con nosotros. Recién en 1992, diez años después del conflicto, tuvimos el reconocimiento de las pensiones” aclara y manifiesta “hasta entonces la pasamos muy mal. Fuimos los parias de la Guerra. Estuvimos en la calle, mucho alcoholismo, muchos suicidios. Los veteranos subsistimos como pudimos. Yo sufrí más al regresar que la misma Guerra. Perdimos más compañeros en el Continente que en Malvinas. Pero no hay políticas de Estado aun para con nosotros. Estamos grandes, somos los “Héroes Vivos” pero se acuerdan de nosotros sólo el 2 de Abril, porque queda lindo, queda bien sacarse la foto con nosotros. Queremos que se acuerden los 365 días del año” confiesa.
No viajo dentro de mi país con pasaporte.
Si bien, en 1999, vio la luz un acuerdo firmado entre Gran Bretaña y la Argentina, que posibilitó la primera vinculación aerocomercial entre ambos territorios, permitiendo un vuelo semanal los sábados al archipiélago, Olivero, nunca volvió a las Islas: “no voy a utilizar nunca el pasaporte para viajar dentro de mi país” sentencia y no deja dudas de su postura respecto al legítimo derecho de soberanía.
“El pasaporte es para Europa, nunca para visitar una provincia” agrega al tiempo que reconoce “el trabajo que se hizo post guerra” en aquel suelo. Sobre todo el proyecto encarado en la presidencia de Cristina Fernández que permitió el reconocimiento de los cuerpos de los combatientes “porque todos tienen nombre y apellido, no son NN conocidos sólo por Dios” asegura.
En este sentido expresa que “para nosotros fue él logro más importante desde que volvió la democracia”.
El trabajo es recuperarlas desde la palabra
Como mensaje a las generaciones que llegan, el ex combatiente, analiza que es importante que se asesoren bien sobre el conflicto para poder ir a discutir la soberanía a los foros mundiales “con la palabra. Porque tenemos el apoyo del mundo y está claro que las colonias ya no pueden existir en el Universo”.
“Si nos preparamos para esto y estamos unidos, lo podemos lograr” sentencia.
¿Qué pasaba si la Guerra duraba una semana más?
Hace unos años en el Channel 5 de Londres, se presentó un Documental titulado «The Great Falklands Gamble: Revealed», que incluyó una serie de imágenes de archivo inéditas, entrevistas con ex combatientes británicos del conflicto y análisis sobre el futuro de las islas.
En el mismo se argumenta y sostiene la teoría que Gran Bretaña estuvo muy cerca de perder la guerra. De haberse prolongado el conflicto los soldados ingleses no hubieran resistido físicamente, ni tampoco a la artillería aérea del Ejercito Local.
Consultado sobre este tema, Olivero no titubea “los mismos ingleses confiesan que no aguantaban 24 horas más. El conflicto para ellos les implicó un replanteo sobre su estrategia y logística. Hay que entender que luchamos contra la OTAN, no solo con el Reino Unido. Pese a su historial en luchas armadas tuvieron que rever muchas cosas después del conflicto con el Atlántico Sur”.
Homenaje en Cuarentena
Atento a la imposibilidad de manifestarse en plazas y actos públicos como es la costumbre para ésta fecha, los diferentes organismos que nuclean a los Ex Combatientes invitan a un #BanderazoNacional, la idea es colgar en los balcones y casas, como así en las redes sociales, la bandera Argentina en homenaje a los 632 Solados que dieron la vida por la Patria, en aquel frío Junio de 1982.