Apostillas de la Vida Cotidiana
Recordamos a Alexndre Dumas
Fue hijo de un general a las órdenes de Napoleón Bonaparte. Su abuelo fue el Marqués Antoine-Alexandre Davy de la Pailleterie casado con Marie-Céssette Dumas, una esclava negra de las islas Indias del Oeste de Santo Domingo y su madre fue Marie-Louise Labouret. Hablamos de Alexandre Dumas, creador de obras clásicas como ‘Los tres mosqueteros’ y ‘El conde de Montecristo’, quien nacía un día como hoy pero de 1802.
Su primer estreno fue en 1829 , se trataba de la obra “Enrique III y su corte”, producida por ‘La Comédie Française’ consigue gran notoriedad, y en 1831, con “Anthony” alcanza su primer gran éxito. Éxito que continuará a lo largo de su carrera literaria con el género de su predilección: el drama la novela histórica.
La historia dice que tuvo una interesante fortuna que dilapidó con generosidad en fiestas y cenas. Un detalle interesante y que acaso es digno de destacar.
Además mantenía a sus hijos, a las madres de ellos y a varias amantes, muchas de ellas actrices. Vivía con gran lujo y derroche; y aunque llegó a ganar sumas enormes de dinero, siempre estaba endeudado.
Ya en su vejez y a pesar de su enfermedad, los relatos de Dumas continuaban llenando los diarios de París. Por lo tanto, hasta sus últimos días sus seguidores pudieron disfrutar de “El caballero Hector de Sainte-Hermine”, su última novela publicada por entregas en Le Moniteur Universal.
En este día en #JotaPosta, rendimos homenajeando con un fragmento de “Los Tres Mosqueteros” una de sus creaciones más leídas…
Llegado allí, D’Artagnan pensó lanzar un grito de sorpresa: no era Aramis quien hablaba con la visitante nocturna, era una mujer. Sólo que D’Artagnan veía bastante para reconocer la forma de sus vestidos, pero no para distinguir sus rasgos.
En el mismo instante, la mujer de la habitación sacó un segundo pañuelo de su bolsillo y lo cambió por aquel que acababan de mostrarle. Luego entre las dos mujeres fueron pronunciadas algunas palabras. Por fin el postigo se cerró. La mujer que se hallaba en el exterior de la ventana se volvió y vino a pasar a cuatro pasos de D’Artagnan bajando la toca de su manto; pero la precaución había sido tomada demasiado tarde y D’Artagnan había reconocido a la señora Bonacieux.
¡La señora Bonacieux! La sospecha de que era ella le había cruzado por el espíritu cuando había sacado el pañuelo de su bolso; pero ¿por qué motivo la señora Bonacieux, que había enviado a buscar al señor de La Porte para hacerse llevar por él al Louvre, corría las calles de París sola a las once y media de la noche, con riesgo de hacerse raptar por segunda vez?…