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Opinión| Memorias externas: ¿puentes entre el conocimiento, la verdad y la soberanía?

En los comienzos de la civilización occidental, las historias y los conocimientos se transmitían de manera oral. Las familias de mayor poder económico pagaban a narradores para que durante los banquetes relataran historias que conocían por sus viajes o estudios. Eran largas narraciones, de más de ocho horas, donde los relatores eran reemplazados por otros cuando se cansaban y así sucesivamente, hasta que concluía la reunión. Las historias narradas cambiaban según la memoria del narrador y la aceptación del público. El conocimiento transmitido era efímero, sufría modificaciones que eran convalidadas por un acuerdo del público que aceptaba la nueva versión.

He aquí una primera conclusión importante, la verdad fue siempre, en todo lugar y momento, un consenso de un grupo social que le dio ese carácter a un determinado conocimiento. Por lo tanto, si no se puede lograr ese acuerdo social, no se puede construir una verdad.

Segunda conclusión, la memoria humana tiene un rol exclusivo para la conservación de los conocimientos, pero por más que estaba hiper ejercitada fallaba y el relato cambiaba; sólo subsistía ese cambio, si era aceptado por el grupo social por la verdad o la estética del relato, de lo contrario, se volvía a la trama original.

Por razones administrativas del comercio, los fenicios fueron los primeros en armar un alfabeto elemental para llevar sus inventarios. Un comerciante griego, cuyo nombre desconocemos, compró el secreto a algún fenicio de los que significaban sus anotaciones y lo perfeccionó, creando el alfabeto griego que conocemos hasta nuestros días. La clave estuvo en agregar las vocales que en el de los fenicios había que adivinarlas.

Los griegos empezaron a usarlo con fines administrativos y burocráticos, pero luego su uso se fue masificando, e hizo posible el nacimiento de la literatura y la filosofía. Esto generó grandes debates de época, como el diálogo que reconstruye Platón, entre Sócrates y Fedro, donde se condenaba la escritura porque iba a generar conocimientos falsos y pérdida de la capacidad para aprender en los hombres.

Tercera conclusión, la escritura es la que permite mediante el lenguaje expresado, el nacimiento del concepto de memorias externas que se maneja en nuestros días. El alfabeto es el acuerdo social sobre la semántica de determinados símbolos que pueden ser leídos por cualquiera, con el mismo significado en todo momento, es el acuerdo de verdad fundacional de una civilización, dado que su existencia y rígida aceptación es lo que permite transmitir el conocimiento y la historia.

A partir de ahí, se inventaron según las épocas y el avance de la tecnología, diversos artefactos de memorias externas: las tablas y arcilla; el papiro; los pedazos de cuero y el pergamino, hasta llegar al papel y los libros. También nacieron con ellos, los centros de acumulación de memorias externas como las bibliotecas que se extendieron por toda la civilización helénica, dando lugar a la más famosa, la biblioteca de Alejandría, creada por Ptolomeo, General del ejército de Alejandro Magno, que heredó parte del imperio conquistado. Este polo de conocimiento duraría siglos, siendo el primer foro de saber mundial con pretensiones globalizadoras, ya que por allí circulaba todo el saber de la época.

Todos estos tipos de artefactos de memorias externas eran abiertos, transparentes y descentralizados, ¿que quiero decir con esto?, que si sabías leer llegabas en forma directa al conocimiento incluido en ellas, no había límites de copias y podías controlar el contenido de tu copia con otras existentes, para verificar su autenticidad.

Si alguien modificaba algo en el texto se podía ver a simple vista, salvo que fuera un artesano de los libros quien la hiciera. Estos artefactos duraban, en condiciones favorables, mucho tiempo; un papiro podía durar 200 años y un libro 500 años.

No había oscuridad, ni en la confección del papiro o libro ni en su lectura y si era manipulado para modificarlo, era visible su alteración.

Por ello, los movimientos políticos reaccionarios con el conocimiento acumulado, en su afán de borrarlo, han organizado numerosas quemas de libros y bibliotecas en la historia de la humanidad, pero para tener éxito había que quemar todos los libros existentes.

No hay nada más incómodo para el poder que el conocimiento en manos de los ciudadanos, cuya circulación y difusión no se pueda controlar.

Con la llegada de la computación, en el siglo pasado, nacen las memorias externas electrónicas en sus distintas formas: CPU, disquete, CD, chip, disco duro, etc., y los impulsos electrónicos que se graban en ellas con bits y los quits, según se trate de computación digital o quántica.

En la actualidad, la tendencia es que todo esté en servidores externos, propiedad de las grandes corporaciones de software, lo que damos en llamar la nube, donde se pretende alojar toda la información de la humanidad.

Este cambio tecnológico, encierra varios puntos para pensar.

Primero, la información, cuando se la aloja en el artefacto de memoria externa es en forma oscura (nadie puede ver cuando se inscribe un bit), en un idioma que sólo conocen expertos informáticos. Todos esos datos están en un mismo servidor, con una red de servidores conectados entre sí, por el mismo sistema informático. Esto implica que los dueños de los servidores, al tener el control sobre toda la información disponible, pueden modificarla en secreto cuando quieran y sólo unos pocos expertos, muy preparados, podrían en algún momento advertir la alteración de los datos.

Como los humanos confiamos en el principio de buena fe y de autoridad cuando consultamos a nuestro buscador preferido, no notaremos para nada que se nos cambió la información almacenada, seguiremos confiados en su veracidad y autenticidad. A medida que desaparezcan los libros y las memorias electrónicas sean las mayoritarias, este proceso se intensificará, no habrá forma de refutar la verdad de las memorias electrónicas. Con lo cual, debería ser más creíble un chamán del Amazonas, cuyo saber es directo y avalado por años de acumulación de resultados probados, que las respuestas de nuestro buscador preferido salidas de la oscuridad de un servidor.

Ya no necesitas quemar millones de libros o bibliotecas, quizás haya algún botón rojo en algún lugar que pueda hacer desaparecer todo el saber de la humanidad, en un instante. O mejor aún, tal vez exista algún mecanismo que te pueda dar la respuesta, que el poder quiere que recibas para determinadas preguntas.

La concentración del saber mundial en pocos servidores de memorias externas no sólo pone en peligro el conocimiento acumulado por la humanidad en siglos, sino que es una forma de colonialismo tecnológico. En efecto, el control de las memorias externas, implica no sólo el control de qué conocimiento se difunde, sino que también la vigilancia de  los acuerdos de verdad, necesarios para el desarrollo de un país y por ende su soberanía.

Manejar la difusión de conocimiento permite controlar la ciencia- tecnología de un país, su economía que depende de ellas para crecer y por último, su política interna que depende de los acuerdos de verdad de la ciudadanía, para poder lograr un proyecto de crecimiento sustentable.

Vivimos momentos históricos en la humanidad, similar al momento donde se inventó el alfabeto griego, donde se está construyendo una nueva realidad virtual, un mundo digital que está definiendo un nuevo alfabeto, para construir nuevos idiomas. Muy de a poco este mundo virtual se está acoplando al real y pronto serán uno, de forma tal que será muy difícil distinguirlos. La tecnología de blockchain y criptomonedas son intentos de crear sistemas o lenguajes que brinden seguridad, certeza, autenticidad y verdad de la circulación de conocimientos en esta era digital.

Hasta que el proceso finalice y concluya con la elección de un nuevo alfabeto e idioma internacional digital global, aceptados por todos, que sea código abierto, transparente y dominado por la mayoría; no debemos dejar las antiguas formas de memorias externas y construir sitios nacionales de memorias electrónicas. para resguardar nuestros conocimientos ejerciendo la soberanía sobre los mismos.

Dado que la asimetría de poder que se generará en el proceso, entre los dueños de las memorias externas concentradas, conocedores de los nuevos alfabetos e idiomas, con los ciudadanos analfabetos digitales. será enorme; se provocarán millones de abusos de poder.

Entonces, hasta que no esté definido en código abierto el nuevo alfabeto e idioma digital global, aferrate a los libros, conservá la mayor cantidad que puedas, ya que ellos serán la balsa que te llevará a salvo hasta el nuevo mundo.

Especial para #JotaPosta por el Dr. Román Alberto Uez, Abogado, Magíster en Derecho Administrativo y Magíster en Tecnología, Políticas y Culturas

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