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CABA, un amor no correspondido: 32 años sin peronismo en el poder

Hay ciudades que se aman a sí mismas en espejos dorados. Hay otras que eligen, tercamente, no mirar a quienes las abrazaron en otras épocas. Buenos Aires, la reina del sur, lleva más de tres décadas cerrando las puertas del poder a un viejo amante político: el peronismo.

Desde aquellas lejanas legislativas de 1993, cuando Antonio Erman González encabezó la última boleta victoriosa en el entonces distrito federal, el Partido Justicialista no volvió a pisar fuerte en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Desde la reforma constitucional de 1994 y la instauración de la autonomía porteña, la fuerza nacida en los días del 45 quedó relegada a mirar el poder desde el banco de suplentes.

En este 2025, el intento tuvo nombre propio y rostro conocido: Leandro Santoro. Bajo el sello Es Ahora Buenos Aires, el peronismo volvió a intentarlo, con una campaña que mezcló calle y ternura, gestión y memoria. Buscaba cortar una racha que, más que estadística, parece ya anatómica: la ciudad no lo elige, no lo quiere, no lo vota.

Elecciones legislativas de Argentina de 1993 - Wikipedia, la enciclopedia  libre

Santoro ya había mostrado sus credenciales en 2023, cuando obtuvo el 32% como candidato a jefe de Gobierno y le aportó 10 legisladores al bloque. Este año, la pelea era por retener al menos 8 de esas 18 bancas que hoy representan a su espacio en la Legislatura. Pero ni la fragmentación del escenario político, ni el desgaste del PRO, ni el avance disruptivo de los libertarios le dieron al peronismo el aire suficiente para convertirse en primera fuerza.

Octubre raro, como Erman González - Pausa

La historia reciente es cruel pero clara: desde hace 30 años, el PJ es segundo o tercero. Nunca primero. Nunca Gobierno. Nunca capital.

En una ciudad que se pinta de violeta y verde, donde La Libertad Avanza festeja con globos que antes fueron amarillos, y el PRO apenas logra sostener los retazos de su hegemonía caída, el peronismo sigue caminando los barrios como quien espera, paciente, una reconciliación que tal vez no llegue nunca. O tal vez sí, pero en otro idioma, con otro nombre.

Buenos Aires, como todo amor difícil, duele. Y no olvida.

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