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¿Caricaturas con IA?, Gracias pero preferimos los “nuestros”…

En tiempos donde las redes sociales se ven inundadas de ilustraciones generadas por inteligencia artificial, replicando el estilo de Ghibli con una precisión fantasmal, en #JotaPosta decidimos rendir homenaje a quienes forjaron su arte con lápiz, papel y talento puro. Ellos, los verdaderos hacedores de mundos, dieron forma a personajes entrañables y universos inolvidables con la sola fuerza de su trazo. Esta es una oda a los grandes del dibujo argentino.

Luis Ordóñez dibujaba con la certeza de quien conoce cada rincón de su trazo. Su lápiz deslizaba sombras y luces, dotando a sus personajes de una vida propia. Como en una sinfonía visual, Landrú entraba en escena con su ironía filosa, creando un universo donde la sátira política se vestía de caricatura. Con “Tía Vicenta”, construyó un espejo de la Argentina, deformado y fiel al mismo tiempo.
Más allá, en otro rincón de la historia, Lino Palacio daba vida a “Ramona” y “Don Fulgencio”, personajes que hablaban sin palabras, con gestos cargados de nostalgia y humor. Y entonces apareció Divito, con su trazo inconfundible, reinventando la estética del humor gráfico con sus “chicas” que desafiaban los cánones y marcaban una época.

En una vereda distinta, donde los lápices cobraban voz en el alma del pueblo, Caloi engendró a “Clemente”. Un ser sin brazos, pero con una expresividad inmensa, un comentario punzante y un espíritu que todavía revolotea entre nosotros.

Y mientras él se adueñaba del papel, García Ferré creaba mundos donde la infancia nunca terminaba: “Hijitus”, “Anteojito” y “Larguirucho” son, aún hoy, guardianes de un rincón de la memoria argentina. Y en su equipo otros muchos grandes como Clemente Montag o Jorge de los Rios.

En el callejón del cómic, Horacio Altuna tomaba la posta, con “El Loco Chávez” y “Las Puertitas del Sr. López” narrando con precisión quirúrgica las complejidades de la vida cotidiana. No muy lejos, en una llanura imaginaria, Dante Quinterno levantaba la bandera del héroe criollo con “Patoruzú”, símbolo de nobleza, fuerza y justicia.

Y si de retratar la esencia del país se trata, Molina Campos dejaba su estampa con cada dibujo costumbrista, plasmando la vida del gaucho con una mezcla de humor y ternura que aún nos emociona. Su legado resuena como un eco en los campos abiertos.
El tiempo avanzó y nuevas voces se sumaron a esta sinfonía de trazos. Liniers, con “Macanudo”, nos enseñó que en la simplicidad anida la profundidad. Tute, con la herencia de su padre Caloi, nos susurró verdades en viñetas cargadas de poesía y melancolía.

Y entre todos ellos, la voz de Quino se alzó con la pequeña pero inmensa Mafalda, cuestionando el mundo con la agudeza de quien entiende demasiado.

Roberto Fontanarrosa cerró el círculo con “Inodoro Pereyra” y “Boggie el aceitoso”. Con su humor filoso y su amor por la palabra, nos enseñó que la risa puede ser el arma más potente.
Los lápices han sido empuñados como espadas y las páginas, testigos de su arte. Mientras el mundo se deslumbra con imágenes que carecen de alma, estas líneas trazadas a mano siguen latiendo, con cada trazo y cada historia, como un eco eterno en la memoria de quienes aún saben reconocer la magia del dibujo .

Dieguito Maradona
Incluso la nueva moda de las imagenes por IA, han querido retratar al mismísimo Diego, pero quién puede quedarse con una imagen simple de computadora cuando creció viendo a “Dieguitos y sus amigos”?…Por ello cuándo nos dicen “Cariacturas con IA”, seguiremos diciendo “Gracias pero preferimos los “nuestros””…