Turismo
Salidas|Un bar para volar sin moverse de Buenos Aires

No hace falta un pasaporte ni llegar dos horas antes. Basta con animarse al juego. Palermo tiene muchos bares, pero Airport Bar es una experiencia. Un simulacro delicioso. Un viaje sin destino y con todos los sentidos encendidos.
El acceso ya es parte de la propuesta: como en Ezeiza, hay que pasar por una suerte de preembarque. Pantallas con vuelos ficticios, señalética azul, puertas corredizas y una recepcionista con sonrisa de tripulante invitan a soltar el control y dejarse llevar. Uno no entra: aborda.
El ascensor es el primer gesto de inmersión total. Apenas se cierran las puertas, una voz grave, en tono de comandante, nos da la bienvenida. “Tripulantes, ajusten sus cinturones. Estamos próximos a aterrizar”. Y ahí empieza todo.
Arriba, la sorpresa se mezcla con el asombro. La ambientación no deja dudas: es un avión reconvertido en terraza VIP. El techo abovedado, los ventanales con forma de ojo de buey, las luces tenues, las pantallas con cielos en movimiento. Cada rincón parece pensado para que el viaje continúe.

Pero no es solo estética: el personal viste como si estuviera a punto de atender un vuelo transatlántico. Camisas blancas, galones dorados, gorras de piloto, moños y zapatos de azafata. La atención es impecable, pero sin rigidez: hay humor, calidez y complicidad.
La carta, diseñada como un menú de a bordo, es otro acierto. Tragos de autor con nombres que juegan entre aeropuertos, destinos exóticos y fusiones inesperadas. Hay combinaciones sofisticadas, pero también opciones accesibles, lo que permite volar alto sin que se nos estrelle el bolsillo.

El Airport Bar no es sólo un lugar para tomar algo: es un universo. Un paréntesis. Un recreo del mundo cotidiano. En una ciudad que siempre parece correr, acá todo invita a detenerse y soñar con otros cielos.
Porque a veces, viajar es una actitud. Y en Palermo, hay una cabina lista para despegar.